martes, 24 de enero de 2017

La sonrisa etrusca

Salvatore es un campesino italiano curtido y un tanto cascarrabias con toda una vida a sus espaldas.
Ha sido un revolucionario y ha tenido siempre las ideas muy claras.
Para visitar al médico se traslada a Milán junto a su hijo y la mujer de éste. Nada más llegar a la ciudad empieza a echar pestes, pues como el campo no hay nada para él. El ambiente moderno de la gran ciudad lo hace sentirse fuera de lugar, pero debe permanecer ahí, porque "la Rusca", el cáncer que padece le devora día a día lo que le queda de su vida.
Lejos de ser un viejo desvalido, Salvatore es puro carácter, pero se va enterneciendo con la compañía de su nieto Brunettino. El bebé le devuelve la vida que la Rusca le arranca. Se convierte en su confidente, pese a que no puede contestarle. El abuelo quiere salvarle de a ciudad y de la vida moderna, para llevarlo a las montañas. Por ello, cuando conoce a unos etnógrafos interesados en que él les relate su vida, accede encantado, pues quizás de esta manera logre trasmitir  lo que quiere a su nieto cuando éste sea mayor y la Rusca lo haya digerido.
Nuestro protagonista, pese a querer irse de nuevo a sus montañas, descubre la ciudad poco a poco. Busca pequeños detalles que lo trasporten a su hogar en el campo. De esta manera, se enamora incluso y aprender a conceptualizar una nueva idea de "mujer". Ya no solo distingue entre la mujer para la casa y la mujer para el sexo, sino que encuentra al amor de su senectud y siente lo que antaño percibía por Salvinia, la amada que, con los años, en recuerdo se convirtió.

No hay comentarios:

Publicar un comentario