domingo, 4 de diciembre de 2016

Armas de doble filo

Todo ser humano tiene unas cualidades que destacaría de sí mismo. Si reflexionamos un momento seguro que se nos ocurre algo que se nos dé bien o en lo que destaquemos. Hay quien es un as en la cocina, un manitas, quien destaque por su sinceridad o quien simplemente irradie simpatía, pues este es un don que muchas personas envidian.
Pero no hay día sin noche, ni bienes sin males. Así pues, lo que en un principio es una bendición puede llegar a convertirse en un infierno. Seguro que más de uno de nosotros tiene un amigo informático al que no duda en  llamar en cuanto tiene alguna ciber-duda o directamente se ha cargado el ordenador. Y qué me decis de esa amiga tan responsable, ordenada y estudiosa a la que le pedimos los apuntes. ¿Qué haríamos sin ellos? ¿Cómo podemos agradecerles cada uno de esos favores?
Quizás un pastel casero, un detalle por su cumpleaños...Todas estas cosas están bien, a todos nos gustan, pero no es el truque perfecto en este tipo de situaciones.
Si nos ponemos a pensar en nuestras propias cualidades, podemos darnos cuenta de que, a modo de ejemplo, planchar se nos da de fábula. Podemos ayudar a alguien que se le dé de pena planchándole una camisa un día. ¿Pero cómo os sentiríais si esta persona se aprovecha de vuestra bondad y espera que le planchéis el canasto de ropa entero? O aún peor, ahora espera que le hagais la colada también y que para más inrri tengáis que hacerla cada semana y sin rechistar como si se os fuese la vida en ello.
Muchas personas aceptan este tipo de encargos sin remuneración "por no decir que no" y porque además no puede creer que el sinvergüenza que se lo está pidiendo sea real y, por ende, tiene que estar viviendo en una pesadilla de la que pronto despertará.
Pero no es así. En este momento podemos deducir que la sinceridad no es una de nuestras virtudes.
Si lo fuera esta funcionaría a modo de clasificador y reduciría considerablemente nuestro séquito de necesitados. Pues no todo el mundo quiere oír la verdad, y muchos que prefieren saberla no merecen conocerla. Aún así una verdad bien dicha ahorra mucho trabajo aunque no salva de motes.


A Lemon la llaman House, pero seguro que es porque también tiene una pizarra blanca.

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