Para lo que hay que ver, según que días, con un par de dioptrías basta. Y es que tener falta de vista puede ser una ventaja, porque siempre habrá cosas que preferiríamos no haber visto:
-Ese coche que voló por los aires en Alcobendas City después de que uno de policía, que se había saltado un semáforo, le diera un buen golpe.
-Ese perrito abandonado en la calle que no puedes quedarte pero que si llamas a la perrera lo sentenciarás a muerte en tres días.
-A esos seres medio psicólogos medio pacientes que tanto te cuentan todos sus problemas para que los lleves un ratito por la acera a modo de animal de carga, como te interrogan hasta la médula sobre asuntos que no les incumben en absoluto.
Si uno prefiere tener un día menos "molesto" puede probar a tener una ceguera controlada y dejar en casa las gafas aún a riesgo de ser tachada de maleducada, pues si os ocurre como a servidora no distinguiréis a nadie a más de 7 metros y podréis absteneros de saludos innecesarios.
De hecho, tengo una norma para distinguir a conocidos entre píxeles borrosos. Si no saluda, no saludo. Y si saluda hay dos opciones:
Opción 1: Saludar aún a riesgo de no conocer a la persona (ya te enterarás en su debido momento de que esa mano que asomaba por aquel balcón era de Afri).
Opción 2: No saludar, pues conozcas o no a esa persona siempre tendrás escusa.
De hecho, tengo una norma para distinguir a conocidos entre píxeles borrosos. Si no saluda, no saludo. Y si saluda hay dos opciones:
Opción 1: Saludar aún a riesgo de no conocer a la persona (ya te enterarás en su debido momento de que esa mano que asomaba por aquel balcón era de Afri).
Opción 2: No saludar, pues conozcas o no a esa persona siempre tendrás escusa.
Hay días en los que mis gafas favoritas son las de la piscina, pues se me empañan tanto que apenas veo con ellas. Pero todo tiene sus inconvenientes, por lo que: Chico, sí tú, el que me saludó hace más de medio año en un paso de peatones. ¿Quién eres?