viernes, 16 de marzo de 2012

La guagua voladora


Siempre he sido una fiel defensora del transporte público. Además de evitar el aumento de las emisiones de CO2 y frenar así el deterioro del planeta, es la mar de cómodo. Esto lo hemos escuchado y leído miles de veces. Cierto. Más que una frase que pretenda concienciar parece la típica escusa barata de alguien que aún no se ha sacado el permiso de circulación (No, todavía no me lo he sacado. Probaré poniendome unos pendientes "tipo loro" y atropellando a todo el que se me ponga por delante a ver si de esta manera intimido al examinador y me aprueba. Es mi nueva estrategia).
No, no me he vuelto loca de remate: Ir en guagua es la mar de cómodo. Se puede leer, escuchar música (o las dos cosas a la vez), incluso escribir, si se adquiere práctica. Creo que la guagua ha sido la principal responsable de que obtuviera mi media de bachillerato sin apenas tocar un libro en casa. Y, aunque una no tenga que estudiar, siempre podrá "echar un huele" en su bolso de Mary Poppins particular y encontrar en qué entretenerse. Todas llevamos en el bolso mil y una cosas "por si las moscas". En el mío nunca falta un mp3, una libretita y mi agenda (porque cuando no la tengo se me ocurren siempre las cosas que "luego" tengo que hacer). Últimamente, hay un ovillo de lana y un ganchillo porque intento avanzar con mi "frikimanta" (ya me quedan menos de 100 cuadraditos para terminar el dibujo central); pero también ha habido épocas en las que llevaba una libreta de sudokus o un cubo de rubik, pese a que nunca conseguí resolverlo.

Pero, el miércoles cuando me monté en el Salcai (antiguo nombre de la empresa "Global" de guaguas de Gran Canaria), me di cuenta de que solo había dos pasajeros más aparte del conductor y de mi . "Ya se subirá más gente", pensé. Ingenua de mi, me había subido a la 91en el exótico pueblo de Arguineguína  y no iba a parar hasta el aeropuerto (que está a mitad de camino, a media hora de mi salida y a otra media hora del destino  ).
"Buff, me da mala espina quedarme dormida", pensé y saqué mi ovillo marrón para hacer tres o cuatro cuadraditos y evitar caer en los brazos de Morfeo. Cuando empecé mi segundo cuadradito me di cuenta de que no habíamos pasado por el aeropuerto y de que estábamos a punto de llegar a nuetro destino. Me extrañé mucho, pensé que había sido porque ninguno de nosotros había pulsado el botón de parada para bajarse en aeropuerto y que por eso siguió de largo. No obstante, mi tricoproductividad había sido escasa. Pensé que había sido por el cansancio, pero cuál fue mi sorpresa cuando entré en "El Hoyo" (Estación de guaguas de Las Palmas) y aún no había acabado mi segundo cuadradito. No era de extrañar, pues habíamos tardado 33 minutos en llegar.
¿Me habría confundido? ¿Me habría montado en un avión en lugar de en un bus? ¿Cuándo pasé por el control de seguridad? No me han pedido el DNI. Seguro que no pasamos por el aeropuerto porque nuestro chofer no había pedido permiso para aterrizar. Pese a tantos interrogantes, una cosa queda clara, esas orejas, que llevan las guaguas de Global a modo de espejos retrovisores, son alas.
Definitivamente, me subí en una guagua voladora, sin tráfico, pasajeros ni huelgas de por medio. No pido que hoy el avión "de verdad" llgue en la mitad de tiempo, solo espero que la huelga de Aena no nos afecte y pueda ver a mi niño.

No hay comentarios:

Publicar un comentario