viernes, 16 de diciembre de 2011

¿Qué evocan las pascuas?

Jengibre, canela, muérdago y pino: olores que no pueden faltar en estas fechas. Aromas que en cualquier época del año nos teletrasportan en espacio y tiempo. Nos trasladan a nuestro hogar, muchas veces a nuestra niñez con unas personas determinadas. Mucha gente añora estas fechas porque siente la necesidad de revivir esos recuerdos; otras muchas personas, desconocía que fuesen tantas, sienten una especie de nostalgia melancólica al acercarse diciembre.

Hay quien mira atrás y puede llegar a vislumbrar paz y felicidad; en cambio, para muchas otras personas, que equiparan el pasado con el presente, este se ha convertido en un mes más. Eso sí, acompañado de menos seres queridos que el año anterior. Se han ido. Pero no solo el recuerdo de los que han fallecido nos provoca tristeza, sino el de aquellos que un día fueron pero nunca más serán. Espíritus ausentes de cuerpo presente.

Así pues, tomar una taza de té junto a la ventana mientras leemos un libro puede convertirse en un viaje en el tiempo. Ese marcapáginas casero con sus motivos dorados, que en su día te regaló cierta amiga, mantiene el libro abierto por la misma página desde hace horas. Una frase nos ha distraido y nos ha hecho levantar la vista al frente y mirar al vacío. En nuestra mente un torbellino de ideas nos hace divagar de forma vertiginosa, mientras, en la novela, el tiempo se ha detenido y  la trama permanece congelada como si de un fotograma se tratase. Nos encontramos frente a nuestra propia historia.

Al igual que en nuestra novela, unos personajes mueren, y otros desaparecen por causas inexplicables; tampoco podían faltar los protagonistas y los que siempre han estado ahí, pero que a medida que avanza el relato pierden importancia. Precisamente de estos últimos nos acordamos en un momento determinado y nos preguntamos qué habrá sido de ellos.

 Es cierto que, en muchas ocasiones, podemos localizar a  nuestros personajes; y más hoy que disponemos de lo último en tecnología. Hasta los menos modernos poseen al menos un número de teléfono y una dirección física, pues, después de todo, tenemos que habitar en algún lugar por muy futuristas que seamos. Pero, en muchas ocasiones, a pesar de disponer de estos datos, preferimos carcomernos la conciencia antes de tener la iniciativa de contactar y entablar una conversación con el sujeto que plantea las innumerables dudas. En otras ocasiones, pese a haber tenido la valentía de dar el paso y ponernos en contacto con el ser en cuestión, sentimos que no se ha logrado la conexión deseada.

Podemos tener a estos personajes justo delante, pero ya no están allí. Es como si estuviesen en coma. Han pasado a la historia sin necesidad de lápida alguna. Pero de nada nos serviría llorar su pérdida, porque nadie entendería el motivo de semejante llantina. Al respecto hay quien dice que la gente cambia y que eso es normal, personalmente, prefiero pensar que evoluciona; pero muchas veces en esa evolución no hay cavidad para nosotros. No obstante, no considero que este distanciamiento sea una tragedia; ingente hubiese sido la pérdida de no haberse producido esta brecha, pues de ser así, la evolución se hubiese estancado como el agua de un pantano, donde también habitan hermosas ranas. Pero nunca podremos comparar la belleza de estas aguas con las de un río, que apaciguado arrasa con todo a su paso. Llegados a este punto nos preguntamos ¿será verdad eso del "nada es para siempre" o ganará el "donde hubo siempre habrá"? Aunque, al fin y al cabo, cada persona decide qué camino tomar. Las ranas pueden ser muy bonitas, y, a pesar de elegir no vivir junto a ellas, no debemos olvidarlas nunca . Y menos en Navidad. Felices fiestas.


domingo, 11 de diciembre de 2011

El dinamismo mental, hilo conductor de la holgazanería

Las musas de la vigilia no se han apartado de mi vera a lo largo de estos meses; no obstante, la obstinada haraganería ha importonudo cualquier intento de expresión. Pero dejando atrás cualquier tipo de pretexto, disculpa o justificación ha llegado el momento de plantarle cara a la desidia.
Ha comenzado una lucha encarnizada con el presente imperecedero influenciado por los reflexiones del ayer que no dejan avanzar hacia el mañana. El propósito es encaminar el combate. La conciencia, cual escollo en el camino, es un arma de doble filo: por una parte, no deja de recordarnos nuestros quehaceres; por otra, recapitularlos nos impide llevarlos a cabo en ese momento.Así pues, nuestra estratagema debe consistir en discurruir y actuar al unisono, u omitir la primera acción en caso de carecer de tiempo. No se trata de actuar sin seso; antes bien, no todas nuestras actos cotidianos requieren la premeditación de un asesinato con alevosía. Asimismo, el crimen perfecto no existe y postergar la acción podría producir que esta finalmente no se ejecutase. Y sin esbozar nuestro diseño nunca podremos llegar a adivinar si era favorable o contraproducente. Puede que nunca lo descifremos.
Todos sabemos que "errar es humano" y "equivocarse es de sabios", así que, "más hacer y menos hablar". Aunque al final no quede claro si al terminar de escribir esta entrada haya sido diligente, por haberme enfrentado de nuevo al blog; o todo un zanguango que busca cualquier tipo de pretexto para evadirse de sus verdaderos quehaceres.